12 nov 2010

El principio eterno

Principio eterno podría ser porque fue él, junto con los otros tres, quien inició la revolución por la musica que nos gusta a todos tan solo siguiendo sus impulsos, y ahora no se detiene. Aunque También podría ser por la fidelidad, el compromiso con lo único a lo que su imagen debería estar ligada inherentemente como un símbolo: La música.
Paul McCartney impresionó con una producción visual y de sonido descomunal, pero por sobre todas las cosas conmovió a más de 45 mil personas en cada día con los temas de siempre, que son tantos y tan variados que muchos considerarán que algunas canciones quedaron afuera injustamente.

Cuando digo una produccion visual y de sonido descomunal, hasta por ahí me quedo corto. Live and let die quemando pestañas no me deja mentir



Acompañado por Rusty Anderson en guitarra, Brian Ray en guitarra y bajo, Paul "Wix" Wickens en teclados, guitarra y armónica, y Abe Laboriel Jr . en batería (lo que le pega este señor a los parches...); el ex beatle nos permitió escuchar por primera vez, y ahora para siempre, el bajo de All my loving y caer en un sueño decadente con Two of us y blackbird. Ni hablar de lo que suena el riff de Paperback writer con una guitarra y un sonido "aggiornados" al siglo XXI, pero eso era lo de menos.
A mediados del recital Paul, anuncia un homenaje y cumple con creces. Saca su ukulele y se hace cargo de la melodía hasta que llega el momento del solo. Las luces reviven, el resto de la banda entra en acción, la guitarra respeta a rajatabla cada nota, las fotos de la pantalla nos sumergen en otra historia. Pareciera que George Harrison está ahí arriba, se siente su presencia.



Siguieron los éxitos y algunos no tanto, pasaron Let it be y Hey Jude pero los bises fueron de lo mejor de la noche. Day tripper, Lady Madonna y get Back fueron cebando un ambiente que talvez estaba antes algo estático, como un teatro gigante, hasta que Paul tuvo ganas de gritar

Helter Skelter !!!



Pasaron 36 temas, aunque con el último, "The end", parecía que iba a seguir toda esa majestuosa secuencia de canciones enganchadas que hacen delirar al mundo desde desde que salió Abbey Road en 1969, pero no. tenía que terminar, es lo justo. Muchos creían que los argumentos de Paul McCartney para dar felicidad a los demás como mejor sabe hacerlo se habían acabado. Nada más lejos de eso vivimos en la cancha de River.

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